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Las múltiples funciones de los parques urbanos en un contexto urbano cambiante

Por Sonia Reyes Paecke


Los parques urbanos son un componente fundamental de las ciudades contemporáneas, pero su rol ha ido cambiando en función de las transformaciones ocurridas desde la Revolución Industrial hasta nuestros días. Durante el siglo XIX, cuando se empiezan a construir parques públicos, éstos fueron considerados una solución a los problemas sanitarios y ambientales de las ciudades, problemas que, de acuerdo a la visión dominante en la época, eran resultado de la pérdida de contacto con la naturaleza, que deterioraba la salud física y espiritual de las personas (1). Aunque en principio fueron intervenciones aisladas dentro de la trama urbana, hacia fines del siglo XIX desde diversas escuelas de urbanismo se planteó la idea de vincular todos los parques y áreas verdes, para constituir un sistema integrado que abarcara toda la ciudad. Los sistemas de parques fueron una pieza obligada en la planificación urbana occidental y se implementaron en las principales ciudades de Europa y Estados Unidos (2). A lo largo del siglo XX el urbanismo propuso diferentes configuraciones para este sistema de parques, conocidas como los “cinturones verdes” (green belts) y “cuñas verdes” (green wedges). Los primeros consisten en una franja que rodea la ciudad generando una separación de las nuevas urbanizaciones mientras que las segundas son estructuras radiales, que se extienden desde el centro (o pericentro) hacia las áreas rurales. Ambas configuraciones buscaban armonizar la provisión de áreas verdes con el crecimiento urbano y la emergente infraestructura para el transporte motorizado.


El Plan Regulador Intercomunal de Santiago, de 1960, contenía un cinturón verde conformado por una sucesión de áreas agrícolas y áreas verdes localizadas en el entorno de la Circunvalación Américo Vespucio. La circunvalación terminó de ser construida 30 años después, en la década d elos 90s. Las áreas agrícolas con el tiempo fueron ocupadas por la urbanización y de aquel plan sólo quedan algunos parques urbanos como La Bandera, en San Ramón. Fuente : Pavez, 2009 (6)




En América Latina, en la primera mitad del siglo XX se realizaron grandes proyectos de renovación urbana, especialmente en las ciudades capitales, que fueron transformadas siguiendo las tendencias de diseño urbano y arquitectónico de las ciudades europeas. Esos proyectos incluyeron la construcción de parques urbanos, edificios públicos y avenidas. En nuestro país, son herencia de aquella época el Parque Forestal y la Quinta Normal en Santiago, el Parque Italia en Valparaíso y el Parque Pedro de Valdivia en La Serena. Sin embargo, junto con la consolidación de esa “ciudad formal” objeto de la inversión pública, en los márgenes se iba extendiendo la “ciudad informal”, que recibía a las miles de familias que migraban desde el campo, empujadas por las malas condiciones de vida en las zonas rurales. La ciudad informal se construyó a pulso, con el esfuerzo de cada familia, en un contexto de pobreza y falta de servicos básicos. A mediados del siglo XX las ciudades chilenas tenían extensas zonas de viviendas precarias, poblaciones obreras y los denominados campamentos, originados en ocupaciones masivas de terrenos eriazos. En Santiago, en 1972 había 275 campamentos que se desplegaban en toda la periferia ocupando alrededor de 2.700 hectáreas, y en los cuales vivían 465.500 personas correspondientes al 16,3% de la población de la ciudad (3).


Desde los primeros años del s. XX el Estado chileno inició una serie de programas de vivienda social que tuvieron como objetivo principal asegurar la provisión de viviendas “higiénicas” y baratas, dotar de agua potable y alcantarillado, reemplazar los campamentos por poblaciones de viviendas definitivas, y solucionar el déficit habitacional que a inicios de los ´90s estaba cifrado en casi un millón de viviendas a nivel nacional. Ninguno de estos programas incluyó la construcción de parques y ni siquiera de pequeñas áreas verdes, porque éstas no fueron consideradas esenciales. En el marco de los programas de viviendas social en Chile, las áreas verdes son prescindibles, y un “lujo” que no puede ser incluido en las urbanizaciones que el Estado destina a la población de bajos ingresos. Así, tenemos extensas periferias carentes de parques y casi totalmente carentes de vegetación.


Para corregir esta situación, en 1992 se pone en marcha el Programa de Parques Urbanos cuyo objetivo es la construcción de parques en comunas de bajos ingresos, bajo la premisa de la justicia ambiental (4). Se intentaba con ello reparar la desigualdad existente en términos de provisión de áreas verdes dentro de las ciudades, y mejorar las condiciones de vida en barrios que tenían muchas otras carencias además de la falta de áreas verdes. Paralelamente, a nivel global, crecía la certeza de que los parques urbanos constituyen la principal, y a veces la única, oportunidad de contacto cotidiano con la naturaleza para gran parte de la población actual. Los parques se empiezan a entender como espacios indispensables para el bienestar físico y mental de las personas y no sólo como una “amenidad” para el tiempo libre (5). Se reconocen como un espacio verde necesario para sobrellevar la vida urbana, especialmente en las grandes ciudades, en donde la vida transcurre inmersa en calles y edificios de concreto, en espacios artificializados y alejados de la naturaleza.


En los inicios del siglo XXI los parques adquieren nuevas funciones, superando la mirada higienista inicial centrada en la salud humana, para abarcar las múltiples funciones ambientales, sociales y ecológicas que desempeñan en las ciudades contemporáneas (5). Los parques y todos los espacios verdes urbanos son una pieza fundamental para la sustentabilidad urbana. El rápido avance del cambio climático ha precipitado acciones y acuerdos globales -todavía insuficientes por cierto- para enfrentar este proceso de graves consecuencias para la población humana y que ya está cambiando la faz del planeta. En la segunda década del siglo el concepto de resiliencia se agrega al de sustentabilidad, para expresar dos condiciones indispensables de las ciudades, que deben ser alcanzadas para asegurar el bienestar de la población actual y futura. En este contexto, se valoran los parques urbanos por su capacidad de mitigar temperaturas extremas, regular el ciclo del agua, mejorar la calidad del aire, y porque constituyen espacios de refugio luego de eventos desastrosos y, además, en el día a día son lugares privilegiados para el encuentro social y la construcción de comunidad.


Referencias:

(1) Mary Forrest, and Cecil Konijnendijk, “A History of Urban Forests and Trees in Europe”, in Urban Forests and Trees: A Reference Book, ed. by Cecil Konijnendijk, Kjell Nilsson, Thomas Randrup and Jasper Schipperijn (Berlin, Heidelberg: Springer Berlin Heidelberg, 2005), pp. 23-48.

(2) Lemes de Oliveira, F. (2017) Green wedge urbanism: history, theory and contemporary practice. New York, Bloomsbury Academic. ISBN 978-1-4742-2920-3 (ePDF)

(3) De Ramón, A. (1990) La población informal. Poblamiento de la periferia de Santiago de Chile 1920-1970. EURE 16 (50), 5-17. http://www.eure.cl/index.php/eure/article/view/1049

(4) Colodro Gotthelf, J., & Barría Meneses, J. (2017). El sueño frustrado del Anillo Verde Periurbano en Santiago de Chile.Investigaciones Geográficas, (53), pp. 115-126. https://doi.org/10.5354/0719-5370.2017.44626

(5) Chiesura, A. (2004). The role of urban parks for the sustainable city. Landscape and Urban Planning, 68 (1), 129-138. https://doi.org/10.1016/j. landurbplan.2003.08.003

(6) Pavez Reyes, M.I. (2009) Los proyectos intercomunales y de escala local: el caso de Pedro de Valdivia Norte, ex polígono “La Contadora” junto al río Mapocho (1928-1978). Revista de Urbanismo (Universidad de Chile) 20. http://web.uchile.cl/vignette/revistaurbanismo/CDA/urb_complex/0,1311,SCID=21860%26ISID=742%26IDG=2%26ACT=0%26PRT=21834,00.html


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